Agradecimiento

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Vistas de página en el último mes

martes, 24 de marzo de 2009

Llega antes que Daniel y elige una mesa lo más lejana a la puerta de entrada, se sienta y mientras acomoda su bolso en la silla que queda a su derecha la mesera del bistró le entrega el minimalista menú acorde a toda la decoración.
Elige el Fellini y un americano y recorre con su vista el lugar, sus pies enfundados en unas sandalias haciendo juego con su vestido de verano, dejan ver sus dedos jugueteando suavemente. Respira profundo haciendo que su pecho se expanda al mismo tiempo que sus pensamientos se afanan por hacerle creer que todo va a salir bien, que Daniel comprenderá que ya ha invertido en esa relación ocho años y que tienen que avanzar al siguiente nivel. La mesera deposita un gran sándwich relleno de tres quesos y la taza de café americano, sus dedos tamborilean en la mesa. El Nokia negro y plata junto al servilletero blanco da un timbrazo, mensaje de Agustín, le recuerda, a las 4 de la tarde junta con los inversionistas de Costa Rica. Lo deposita nuevamente en la mesa y da una mordida al Fellini de tres quesos, escucha crujir el pan y una lluvia de migajas caen, algunas dentro del plato y otras sobre la blanca cubierta de la mesa.
Mastica el sándwich que se vuelve suave entre los dientes y da un sorbo a su café, hasta entonces se da cuenta de que tiene hambre, que por pensar en cómo encarar a Daniel para que formalice su divorcio tantas veces anunciado, no se había percatado de que tenía hambre. Continúa comiendo al mismo tiempo que en su mente mastica también mil estrategias, unas ya meditadas con anterioridad y otras que van surgiendo a medida que engulle el sándwich. Mira el reloj y confirma que Daniel está por llegar, le dará a elegir entre formalizar su relación y vivir juntos o no la vuelve a ver. Esta vez es cierto, la propuesta de trabajo que le acaban de hacer de abrir mercado en Centroamérica le ha dado valor para confrontar a Daniel.
Da la última mordida y la lluvia de pan vuelve a cubrir el plato, escucha su nombre y descubre que Daniel ha entrado y va hacia ella, a tiempo; se acerca y apenas roza su mejilla contra la de ella, mala señal, ella esperaba algo mas…apasionado.
Con ese aire desenfadado se sienta frente a ella y solo pide un vaso con agua, con dos hielos, no puede permanecer mucho tiempo, algo de última hora surgió en la oficina, ya venía en el camino y no quiso regresar, no tenía caso tampoco mandarle un mensaje, por lo menos se verían unos minutos; le sonríe como siempre esperando que lo entienda. Ella no espera mas y le suelta, o te divorcias y formalizamos la relación o me voy a Costa Rica aceptando la promoción que me ofrecen en mi trabajo, por lo menos son cuatro años que estarán alejados.
Daniel bebe algunos sorbos del vaso con agua que le ha traído la mesera, su mano izquierda ha permanecido dentro del bolsillo del pantalón, pestañea varias veces y le pide que hablen mas tarde, que ahora trae otras cosas en que pensar y no puede decidir así como así. Suena su Palm y ella solo lo escucha decir que está en camino.
Daniel se levanta y como a su llegada solo roza su mejilla contra la de ella y le dice con una gran sonrisa dibujada en su rostro que mas tarde hablarán. Ella como en un déjà vu sabe que Daniel desplegará todos sus encantos como en otras ocasiones, con un ramo de rosas blancas en una mano (las favoritas de ella por supuesto) y en la otra un Lealtanza reserva del 98, para convencerla de seguir como están.
Una leve brisa se cuela por las ventanas abiertas del café, los autos pasan dejando breves espacios de silencio permitiendo escuchar a las golondrinas cantar volando de una rama a otra de los árboles cercanos. Una pareja hablando, ella no pone atención, solo le llegan palabras, algo de mutación, de genética.
Baja la vista al plato y observa las migajas que ha dejado el pan dentro del mismo, piensa en Daniel, en su relación…y solo hay migajas.

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